Vuelos hipersónicos: de Roma a Nueva York en menos de una hora

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Space rocket flying in the blue sky illustration

Del Concorde al hipersónico: el futuro de los vuelos a velocidad extrema

El Concorde fue el pionero de la aviación supersónica comercial. Operado por British Airways y Air France entre 1976 y 2003, podía volar a más del doble de la velocidad del sonido (Mach 2), conectando Londres y Nueva York en poco más de tres horas. Sin embargo, su alto coste operativo, la baja demanda, el ruido, el elevado consumo de combustible y el trágico accidente del vuelo 4590 en el año 2000 precipitaron su retirada. Aun así, la idea de cruzar el mundo en cuestión de horas no ha desaparecido.

Hoy, la atención se centra en la tecnología hipersónica, que promete velocidades superiores a Mach 5 (más de cinco veces la velocidad del sonido). Para alcanzarlas, se requieren motores capaces de soportar temperaturas extremas y generar un empuje descomunal. Una de las propuestas más innovadoras es el motor VDR2, desarrollado por la empresa Venus Aerospace. Basado en el principio de ramjet, este motor elimina partes móviles y utiliza una tecnología avanzada llamada detonación rotativa, que produce ondas de choque supersónicas de manera continua. Esto permite impulsar la aeronave con gran eficiencia y menor desgaste de los componentes.

The Venus Stargazer M4: volar de Roma a Nueva York en 55 minutos

Venus Aerospace tiene un ambicioso objetivo: desarrollar un avión hipersónico capaz de conectar continentes en menos de una hora. Su proyecto estrella, el Venus Stargazer M4, se probará por primera vez en 2025. Gracias al motor VDR2, el avión podría alcanzar velocidades de hasta Mach 6 (más de 7.000 km/h). A esa velocidad, el trayecto entre Roma y Nueva York se reduciría a 55 minutos, y de Roma a Tokio, a poco más de dos horas, con una parada técnica.

El motor VDR2 no es un motor convencional. Se basa en el diseño ramjet, que utiliza la velocidad del propio avión para comprimir el aire, sin necesidad de turbinas. Esto lo hace más eficiente —hasta un 15 % más que los motores a reacción tradicionales—, además de más simple y potencialmente más sostenible.

Uno de los grandes retos es manejar el calor extremo. A Mach 6, el aire que entra al motor puede alcanzar 2.130 °C, una temperatura que destruiría materiales convencionales. Aquí entra en juego el sistema de detonación rotativa: una cámara formada por dos cilindros concéntricos donde se producen explosiones controladas que generan la fuerza necesaria para el vuelo sin depender de piezas móviles, lo que reduce el riesgo de desgaste o fallo.

Más allá de la tecnología: desafíos humanos y ambientales

Volar a velocidades hipersónicas plantea también desafíos físicos. La aceleración a Mach 4 —la velocidad de crucero prevista— genera fuerzas G considerables, que podrían afectar al cuerpo humano. Por eso, los ingenieros trabajan en asientos ergonómicos, cabinas presurizadas y sistemas que distribuyan las fuerzas de forma segura durante el despegue y el aterrizaje.

Otra ventaja de estos vuelos será su altitud de crucero, en torno a los 33.500 metros, justo debajo de la estratósfera. A esa altura, el aire es más delgado y las turbulencias son mínimas, lo que augura una experiencia de vuelo sorprendentemente suave pese a la extrema velocidad.

El primer ensayo oficial del motor VDR2 será con un dron experimental, y si tiene éxito, podría marcar un antes y un después en sectores como la defensa y la exploración espacial.

Aunque los vuelos comerciales hipersónicos aún están en desarrollo, este avance tecnológico promete transformar radicalmente nuestra forma de viajar. Puede que en un futuro cercano, cruzar medio planeta no dure más que ver una película. Y eso, sin duda, cambiaría para siempre nuestra noción del tiempo y la distancia.

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