Cuando los móviles tenían antenas externas: la evolución de la conectividad.

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Es posible que pocos recuerden que los primeros teléfonos móviles venían acompañados de una maleta que albergaba tanto la batería como buena parte de su circuitería. Eran auténticos monstruos tecnológicos que, pese a representar un gran avance, estaban limitados por las capacidades de la época. En aquel entonces, todo era más voluminoso, y los móviles distaban mucho de ser pequeños o cómodos.

Con el tiempo, esto cambió, y el diseño de los teléfonos evolucionó. Un ejemplo evidente son las antenas, que al principio eran dispositivos externos adheridos al móvil, a menudo extensibles. A medida que la tecnología avanzó, las antenas se hicieron más pequeñas y eficientes, hasta quedar integradas en el cuerpo del teléfono, ya sea ocultas tras bandas que cruzan el dispositivo o incorporadas en el marco.

En sus inicios, las antenas eran poco eficientes y requerían mantenerse alejadas de los componentes electrónicos para mejorar la captación de señal. Este diseño externo buscaba reducir interferencias y sortear problemas como el efecto jaula de Faraday, que afecta la recepción en estructuras metálicas. Por eso, los primeros teléfonos móviles, como el Motorola MicroTAC de 1989, contaban con antenas telescópicas o rígidas que se extendían para mejorar la cobertura en redes 1G, 2G e incluso 3G, que en ese entonces ofrecían señales más débiles que las actuales.

Con el avance tecnológico, las antenas telescópicas dieron paso a las fijas, como las del Alcatel OneTouch Easy, cuya antena recubierta de goma era famosa por desprenderse tras un golpe y ser fácil de recolocar. Más adelante, llegaron las antenas miniaturizadas y finalmente las «invisibles», integradas en el cuerpo del móvil. Antes de desaparecer a simple vista, estas antenas se manifestaron como patrones en las carcasas, especialmente en modelos metálicos, permitiendo mantener su funcionalidad mientras quedaban integradas estéticamente en el diseño.

Hoy en día, aunque ocultas, las antenas siguen siendo un componente esencial, evolucionadas al punto de fusionarse con la estructura del teléfono, reflejando los enormes avances en diseño y tecnología desde aquellos primeros «móviles» que parecían cualquier cosa menos portátiles.

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